viernes, 7 de agosto de 2015

#ElAdios

- Te pegaría un tiro entre los ojos de muy buena gana, solo por ser un reverendo hijo de las mil putas.

Temblaba delante mio.

Cabrón, ni siquiera puedes morir como los hombres. Al menos me hubiese gustado llevarme un buen último recuerdo.

- Hice lo mejor para los dos.
- No cagón, hiciste lo que se te canto el culo, sorete.

La 45 pesaba en mis manos, el dedo en el gatillo, apretaba y todo se iba al carajo y él lo sabía.

Era un placer morboso tener el poder en ese momento.

¿Qué se siente que alguien decida algo que te afecta directamente sin consultarlo? Feo, ¿no?






 - Ya basta.

Entró a la habitación con una expresión imperturbable.

Maldita sea.

Me quito el arma de las manos y se la paso a uno de sus "colaboradores".

- Tú no. No te ensucies.
- No es tu problema.
- He dicho que tú no.

Me condujo con toda la delicadeza que era capaz hasta afuera. Prendió un cigarro para mi.

Mientras nos alejábamos, escuche el disparo.

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