martes, 25 de agosto de 2015

#DéjalaDecidir

"La fiebre me estaba matando, era ya mi cuarto día con temperatura alta, nadie se había dado cuenta, sufría sola. No podía sostener más el cuento de que todo estaba bien, yo estaba muriendo, había hecho resistencia a los medicamentos y la fiebre no bajaba por nada, faltaba poquito para que colapse o algo, tenía muchísimo frío, temblaba; solo quería que me tragara la inconsciencia y que la agonía acabase.







Fui criada en una familia sumamente machista, prejuiciosa; yo estaba en los primeros ciclos de la carrera y jamás imaginé pasar todo el infierno que me aguardaba. 

Todo empezó un mes atrás. Mi periodo se retraso 5 días, inquieta fui a comprar una prueba de embarazo con el firme pensamiento que iba a dar negativo pero no, positivo; me quería morir. Nunca se me ocurrió tenerlo, NUNCA. Esa criatura iba a nacer en el ambiente más hostil del mundo, con una mamá en la calle y sin conocer a su papá. Tenía 20 años, recordaba poco a ese chico, una noche de copas que se salió de control, nada más. No podía tener tanta puta mala suerte.

Inmediatamente averigüe mil cosas en Internet, toda clase de métodos desesperados para interrumpir ese embarazo, agua con orégano, introducirse culantro (una hierba), una estrategia me parecía más estúpida que la otra. Hasta que di con esa página.

Cytotec o Misoprostol, lo llamaban aborto farmacéutico, era caro pero seguro; leí una y otra vez las instrucciones, comentarios, contra-indicaciones, absolutamente todo. Tenía dos opciones: esas pastillitas que prometían resultados inmediatos y sin consecuencia o ir dónde un carnicero para que me corte en dos y posiblemente muera desangrada en un quirófano maloliente. Me quedo con las pastillas.

Llamé a los números que indicaban y pactamos una cita el mismo día a la noche, nos encontramos en un grifo. Una mujer llegó con un sobre chiquito, adentro estaba lo que me iba a sacar del problema. Retiré el dinero del cajero y finiquitamos la operación inmediatamente. Llegué a casa y me puse la primera toma. No puedo describir lo horrible que es introducirse ese medicamento, al poco tiempo empecé a sangrar.

Al día siguiente aplique la segunda toma, hubo un sangrado más abundante. El gran problema fue que pasaban los días y ese sangrado no paraba. Una semana, otra, otra...no paraba y yo empezaba a preocuparme.

Cumplí un mes de sangrar todos los días. Estaba débil, tenía sueño, cansancio. Habían días que tenia hemorragia, muchísima sangre, ninguna toalla aguantaba.

Cuándo empezó la fiebre que no cesaba recordé a una tía que era doctora, necesitaba ayuda, confiando en la confidencialidad le conté toda la verdad. Ella misma se encargó de revisarme y hacerme todos los exámenes, ecografía, sangre y el resultado era peor de lo que imaginábamos.

Tenía restos en mi útero, estos se habían podrido y gracias a eso se desencadeno una infección generalizada. También tenía anemia. Estaba jodida por todos los lados.

- Si no te internas te vas a morir, enserio. Tenemos que hacerte un raspado urgente. Es de vida o muerte.

No podía internarme, no podía. Mis papás se iban a enterar, mis tíos, mi hermana; toda mi familia iba a saber lo que pasó, lo que hice. 

Le prometí que iba a ir a casa y les contaría todo a mis papás. Firmé una alta voluntaria y salí del hospital. Lloré todo el camino de regreso a casa. Me iba a morir, carajo. Estaba echa mierda y me iba a morir.

En la cama empezaron los temblores, la fiebre ya no me daba tregua. Tuve un poquito de paz cuándo me desmayé.

Desperté a los dos días en una cama de hospital. 

Estaba muy desorientada, tenía una intravenosa pinchándome la vena, no tenía el celular cerca. Ya no tenía fiebre, toqué un timbre para llamar a la enfermera y me explique. Vi a mi hermana durmiendo en el mueble del cuarto, estaba tapada, había pasado la noche ahí.



 Cuándo me dieron de alta y regresé a casa me explicaron todo:

Yo estaba encerrada en mi cuarto, había apagado el celular, mi tía me estaba llamando para asegurarse que me estaba atendiendo un médico y al no poder comunicarse conmigo fue a mi casa, encontró a mis papás y les explicó absolutamente toda la situación.

Al entrar a mi cuarto me encontraron inconsciente y volando en fiebre, me llevaron de emergencia a la clínica y me operaron inmediatamente.

Estuve en sala de operaciones 5 horas para un procedimiento que en otras condiciones demoraba 30 minutos. Estaba en situación crítica.

Me mantuvieron sedada y en observación, monitoreando como reaccionaba mi cuerpo. Cuándo tuvieron la suficiente confianza que no iba a morir de un momento a otro me subieron a piso. Fue en ese lugar que resucité.



Ha pasado ya un muy buen tiempo.

En casa nadie habla del asunto, solo papá cuándo se molesta conmigo. La relación con ellos nunca volvió a ser la misma. Sienten que les he hecho daño, su egoísmo no los deja ver con claridad las cosas.

Después de lo que pasó se acentuó más mi depresión. 

La frase coloquial de - yo no he matado a nadie - me resulta extraña, no estoy dentro de ese saco. 

Sé que nunca voy a volver a ser la misma, sé que y si hay un Dios seguro me esperen en el infierno pero ya no hay vuelta atrás. Alguna vez escuche que a las personas que elegimos no traer hijos al mundo para darles una vida miserable, cuándo estamos a punto de morir ellos vienen a recogernos. Quizás si, quizás no.

Tomé esa decisión por muchos motivos y, sinceramente, no me arrepiento. De lo único que me arrepiento es de casi entregarme a la muerte solo para no enfrentar a mis papás porque si mi tía se demoraba un poco más en llegar a casa yo ya no estaría escribiendo esto".

#DéjalaDecidir sobre su cuerpo.
#DéjalaDecidir sobre su futuro.
#DéjalaDecidir sobre sus responsabilidades.

Dejen de legislar en nuestro útero.

#DéjalaDecidir"

I.A


Un pequeño aporte de una amiga muy querida para #DéjalaDecidir

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