miércoles, 22 de julio de 2015

#NuevosTiempos

Sabía que podía recurrir a él, siempre.

Lo esperé como hasta las 11:30 pm, sentada en la puerta de su casa, pensando en si compraba un cigarro para amenizar la espera.

Llegó y conversamos, fue simple: "siempre puedes contar conmigo, esta es tu casa". Listo, estaba hecho.

A los dos días volví a estar en su puerta con mi mochila azul y una maletita, me condujo al cuarto del segundo piso, estaba un poco muy separadito de toda la casa, una chica había vivido ahí por mucho tiempo, aún quedaba una que otra cosa. Las paredes eran grises, todo se veía muy...abandonado.

Dejé mis cosas en el suelo, él se fue y yo empecé a llorar. Estaba asustada pero sabía que era lo mejor para mí, para todos.

Arreglar el cuarto me llevó 3 días, desempolvar, arreglar, lavar. Era mi inicio, estaba sola (bueno, no tan sola, tenía a mis amigos siempre dispuestos a darme una mano o el brazo si era necesario), tenía un plan a mediano plazo y todo iba a estar bien. Me encontraba extrañamente optimista.

Así pasaron 2 semanas.

Mis días se resumían en salir temprano a la oficina, volver muy tarde (ya para dormir), descubrí lo mucho que puedes ahorrar comprando una lata de atún y galletitas para almorzar.




Descubrí una lavandería en Miraflores por poquísimas monedas (a lo de las pelis gringas), caminé mucho, y como es obvio bajé muchísimo de peso.

Varias veces sopese la idea de volver a casa, admitir que había fracasado y rogar perdón, pero no. No podía, yo era fuerte.

Un domingo a la noche él apareció en mi nuevo mundito, había acabado de comprar una tele, estaba echada cual marmota cuándo me llamó.

- ¿Vamos al cine?
- Estoy en austeridad, voy al cine y vuelo la plata de mis pasajes.
- Lorna, te invito.
- Ay... te amo.
- Baja.

Vimos la peli de esas cositas amarillas graciosas, me divertí como una niña en un parque de juegos, fuimos a comer y luego caminamos hasta mi casa (ok, no tan mía). Conversamos mucho en la azotea, abrimos una botella de vino, bailamos hasta que nos pilló la madrugada.

Se fue prometiendo que nos veríamos en unos días.

Nada puede ser tan malo si aún tienes gente dispuesta a pasar un rato contigo, reír un poco.

En resumen: ser un poquito más feliz.


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