Me di la licencia de pensar en ti.
Recordaba las partes lindas, las conversaciones interminables. Los nervios antes de volverte a ver, un polo azul de Apple.
En el avión todos dormían, menos yo. Yo estaba en Lima y era marzo, yo estaba contigo.
Sabía que después de haber permitido que mi mente fuera demasiado lejos no iba a poder dormir. Tenía razón e irónicamente me dio náuseas.
Luego recordé que te tenía que odiar por cobarde, por hijo de puta. Pero, por más que quiera, no podía. Muy, muy dentro de mí deseaba que estuvieses bien, que todo esté yendo bien, que siguieras siendo tan encantadoramente insoportable.
Me dieron más náuseas.
Nunca volví a saber más de ti, solo el alcohol te dio la concha el valor para hablarme un montón de sin sentidos. Gracias a Dios nunca contesté.
Y gracias a Dios que hasta ahora no sé que es el odio.
Quiero, quiero mucho. Lástima que no conozcas lo que eso significa.
Un abrazo.
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