Los tres en el mismo departamento.
Simón entra y me dispongo a irme, merecen su espacio para aclarar
esos pequeños fantasmas que rondan en sus mentes.
Agarro mi mochila y me acerco a despedirme del primer atolondrado,
el hombre al que me une 15 años de amistad.
- No, necesito que te quedes, me serviría mucho un testigo- dijo
con los ojos encima del recién llegado.
Un escalofrío horrible recorre mi espalda.
Simón me da un abrazo, el otro atolondrado, sin tanta historia él
sabe que es mi sol personal.
Troya me parecía un cuento de niños comparada a lo que iba a
pasar.
- Si te pasa algo con mi novia entonces es mejor que lo digas
ahora - la delicadeza de Manuel en su máximo esplendor.
- Tu ex novia querrás decir.
- ¿Y así lo dices, idiota?
- Lo es, ya va siendo hora que lo aceptes.
Mi mano automáticamente se posiciona en el brazo de Manuel. Su
mano cubre la mía. Me mira fijo. Lo quiere cagar a golpes.
- Te conviene un culo recalcar que ya no estamos juntos, ahora
aprovechas para acercarte cuándo sabes que estoy haciendo lo imposible para
recuperarla.
- Solo la invité al cine, la vi bajoneada, nada más. Quería
subirle el ánimo.
Contaba los segundos en la mente y no se quitaban los ojos de
encima.
- Milagros, ¿le crees?
- Milagros solo está sentada para que no se maten. Deja a Milagros
fuera de esto.
Manuel se va a su cuarto molesto, molesto por todo, conmigo
también (su mirada acusadora lo delataba).
Un portazo marcaba su salida.
- Conmigo no te hagas el idiota, papu.
- No sé de qué hablas.
Se engañaba solito.
Acomodé la mochila al hombro, le di un abrazo largo y cerré la
puerta tras de mí.
Y Manuel despidiéndome con un mensaje: "Me dejas con Judas en
casa".
Exagerado.
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