martes, 20 de octubre de 2015

#PacienteRecurrente

Primeros días de enero, 10:00 am


- Estás especialmente animada hoy.
- No tanto.
- Te has vestido con colores alegres, sonríes y estás dibujando un...¿paisaje? ¿Me cuentas?

Luego de un par de risitas y una historia corta su mirada me inquietó.

- Te hace bien ¿no?
- Un poco, sí.
- Pies de plomo. Ya sabes.
- Ja.
- ¿Qué vamos a hacer contigo?

Ese día me fui feliz. Ignorando su consejo.

Sin tener la menor idea de cómo me iba a arrepentir tiempo después.


01 de junio, 5:45 pm


- Estás alterada.
- No.
- Estás parada, apoyada en la pared, evitas mirarme y tus puños están tan apretados que distingo las venas de tu brazo.

Eso fue suficiente para estallar. Empecé romper/botar todo lo que tuve a la mano. Nada se salvó.

Mis gritos/alaridos/reclamos hicieron que la asistente tratara de entrar a la oficina. Noté que él hizo una seña para que se mantuviese al margen.

Todo paró cuándo me corté la palma de la mano. No sentí dolor. Solo la sangre tibia que bajaba ensuciándome el pantalón.


Así

Segundo viernes de octubre, 6:00 pm


- Fueron las circunstancias más que los hechos en sí.
- ¿Estás quitando importancia a lo que pasó?
- No, solo saco a la luz que si hubiese pasado todo esto en otro contexto, otra hubiera sido tu reacción.
- Uhm.

Ya era 1 año en el que dos veces por semana, nos reuníamos en su consultorio y yo hablaba de mí sin sentirme culpable y/o egoísta.

Él, serio, correcto y asiduo visitante de este humilde espacio.

La última vez le pregunté si podía escribir sobre nuestras reuniones, me respondió con una sonrisa torcida: "Lo que te haga feliz".

Soy feliz, doc.

:)

No hay comentarios:

Publicar un comentario