Este es un homenaje muy pobre comparado a la gran huella que dejaste en mi vida.Nunca te dije lo mucho que te quiero.Gracias eternas.
Filosofía II, año
2012.
Después de lo
terriblemente aburrido que fue Filo I, no tenía muchas expectativas.
Entró a mi nuevo
salón un tipo más bien flaco, alto, con el cabello bastante poblado de canas.
Me recordaba muchísimo a mi papá.
Fue la mejor clase
que he tenido hasta ahora. Él tenía un carisma increíble, hacía muchas bromas
y, en especial, se notaba de arranque lo buena persona que era. Me caía bien.
Terminó la clase y
por primera vez lo lamenté en serio. Cuándo se paró de su escritorio y caminó
hacia la puerta noté que lo aquejaba una leve cojera, enseguida sobé mi pierna
derecha. Ese profesor al que recién conocía se había ganado mi respeto y mi
cariño en una hora y quince minutos.
No me quería
perder ni una sola de sus clases, siempre le ponía muchas ganas para llegar a
tiempo. Puedo afirmar que con él aprendí muchas cosas además de la asignatura.
No podías encontrar a una persona tan cague de risa y bondadosa. Nunca voy a
olvidar cada sonrisa que me dedicó.
La primera vez que
hablamos a solas yo estaba bastante alterada.
Un imbécil del
salón se había burlado de mí de la manera más ruin. Pacheco acabó su clase, esperé
que todos se fueran (incluido el imbécil) y nos quedamos los dos.
De manera muy
atropellada le exigía que me lleve dónde el Decano, el Coordinador o dónde sea,
que como era posible que un reverendo idiota me haga sentir tan mal y yo me lo
tenga que fumar y demás argumentos pintados por la rabia del momento.
Él, muy paciente,
escuchó todo mi monólogo. Hasta que ya no supe que más decir y salieron las
lágrimas y mi deseo de nunca más volver a esa facultad.
La conversación
que tuvimos luego de ese episodio duró dos horas, me contó cómo había adquirido
esa cojera, me contó cómo había salido adelante siendo aún escolar soportando a
idiotas como el tipo de ese día.
Descubrimos que
había vivido en el mismo distrito que yo y que había estudiado en el colegio
que quedaba al frente de mi casa.
Ese profesor me
dejó ver un poquito de su alma para calmar mi pena, hizo que sienta a mi viejo un
poquito más cerca.
Luego de esa
conversación quedé totalmente calmada.
El ciclo seguía.
Nadie se atrevía a
copiar en sus exámenes. Menos en su parcial ni en el final. Así es cuándo se
respeta/quiere al profesor.
La última clase
que teníamos a fin de ciclo (antes del examen final) se despidió de nosotros.
Tuve una pena
enorme (pero nada comparado con la que me embarga ahora)
Luego de ese ciclo
me lo crucé pocas veces en la Universidad, después que fue mi profe de
filosofía el buen Eduardo cayó enfermo.
Alguna vez nos
vimos de casualidad en la calle, estaba con su hijita, nos abrazamos, me
preguntó si seguía en la Universidad, cuándo le respondí que había cambiado de
turno se quedó más tranquilo.
Todos, de alguna
manera, tratamos de estar a su lado en esa lucha.
Pero los ángeles
son del cielo y generalmente tienen que volver más rápido que los mortales. Te
fuiste profe (¿y ahora quién me va a abrazar?).
Tu recuerdo siempre va a estar en mi corazón, tu sonrisa nunca va
a desaparecer de mi memoria.
Ojalá tenga suerte y un día pueda volver a verte.
Al terminar de escribir esto sigo secando mis lágrimas, tu falta es irreemplazable. Fue tan bonito verte cruzar al menos por un ratito por mi camino.
Hasta siempre, querido Pacheco.
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