De chiquita (si, ja, ya sabemos, más chiquita) cada vez que estaba triste iba a verla. Ella no preguntaba, dejaba cualquier cosa que estuviese haciendo y me hacía chocolate caliente.
Me llevaba de la mano a la mesa y mientras acariciaba mi cabello decía:
- Cambia la carucha que Dios es sabio y el tiempo pasa volando.
Luego sonreía y me daba tiempo a solas.
Ese tiempo que necesitas para botar una que otra lagrimita, sentirte vulnerable un rato y luego esbozar tu mejor sonrisa.
Terminaba, iba a buscarla y besaba su cabello. Le agradecía y me miraba fijo, con ese infinito amor que solo una abuela es capaz de brindar.
Ahora ya crecí y, para mi mala suerte, ella también.
Ya no la abrumo con mis penas, en lugar de conformarme con una taza de chocolate prefiero acompañarla, ayudarla en todo lo que se pueda.
Sigue siendo muy graciosa.
Mi parte favorita es cuándo le leo el periódico (sus ojos no le permiten el esfuerzo) cada línea recibe un comentario personalizado que me saca muchas risas o cuándo nos sentamos en la puerta a comer mangos. Las personas pasan y la saludan, al que saluda más bonito (o al que le cae mejor) ella le regala uno.
Toda una señora.
Desde que tengo memoria el ritual que se repite para salir a pasear era ese labial rojo. Siempre tiene que salir maquillada y con sus mejores ropas, en especial si vamos al pueblo porque seguro y se encuentra con Menganita y que va a decir. Me siento a esperarla (generalmente comiendo algo que previamente me ha servido) mientras entro en conflicto por mi atuendo y mi cara lavada.
La abuela más tierna del mundo.
La última vez que fui a visitarla, mi bus iba a llegar a las 10:30 pm, llamé para avisar y le pedí por favor que no se le ocurra ir a la agencia a esperarme porque hace mucho frío y le puede caer mal. Ella aceptó porque entre tercas nos entendemos.
Apenas bajo del bus la veo paradita, ansiosa, esforzándose en reconocer a cada persona.
Casi me da un patatús o algo.
Fuimos en taxi a casa y me quedé dormida en su falda.
Ella es un ángel.
Un ángel que es feliz jugando conmigo el "todo lo que pueda comer". Un ángel que siempre tuvo un lugar en su casa para mi.
Te amo, mamita.
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