Teníamos libros nuevos, una excursión por Quilca nos ayudo mucho. Así que caminamos para nuestro parque y nos acomodamos en nuestra banca. Yo recostada en sus piernas con un libro del Holocausto y él con sus gafas oscuras y La Divina Comedia.
El clima estaba hermoso, templado, algo de frío pero nunca demasiado.
Pasaron unas tres horas que parecieron 15 minutos y fuimos a desayunar, caminando hacia nuestra cafetería de los fines de semana discutíamos sobre política, empezamos un debate muy interesante sobre cual fue el peor gobierno, si el Aprista o el Fujimorista.
Lo terminé callando a besos, como de costumbre (el truco era que así yo no perdía).
Café americano, muffin y su perfume. Todo estaba perfecto.
La palabra "paz" ya no me parecía tan extraña.
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