lunes, 6 de abril de 2015

#Caminos

Agarra su saco del sillón y extiende la mano invitándome a tomarla.

Me dejo llevar hasta fuera de la facultad, aún tiene la paciencia de adulto tratando con la niña chiquita y malcriada.

- ¿Quieres un helado?

No termina de preguntar y ya lo está comprando, él siempre un paso adelante que yo.

Comemos helados en silencio, se suelta la corbata y apoyo mi cabeza en su hombro. Luego de un rato de solo respirar prende un pucho.  Un Malboro rojo, saco uno de mis convertibles y seguimos teniendo al silencio como escudo.



Se va a ir, va a cursar una maestría al otro lado del mundo.
No digo nada, y el llanto va a empezar cuándo él ya no esté. Estoy feliz porque es una enorme oportunidad y profundamente triste porque me quedo y lo voy extrañar todos los días.

Lo felicito y me da un beso en el cabello.

- ¿Sabes que siempre voy a estar contigo, cierto?

No digo nada, él espera sabiendo que es mejor no presionarme, darme mi tiempo, dejar que respire un poco y pueda aguantar las lágrimas.

Me paro, me despido rápido con el pretexto que tengo que ir a clases. No tiene una respuesta y logro escabullirme antes que empiece a perseguirme.

Me encuentra por el jardín a los 15 minutos, escondida cual niña de 5 años moqueando abrazada a mi mochila.

- ¿Tan difícil se te hace decir que me vas a extrañar?

Me deja llorar apoyada en su hombro mientras juega con mi mano. Así, sin hablar. Como siempre.



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