Toda la chamba que tenía la podía resolver por correos electrónicos y unas cuantas llamadas y, al parecer, no era día de grabación así que podía darme ese pequeño lujo de una siesta a la mitad de la tarde.
Tuve una pesadilla muy fea con él cómo protagonista. Desperté llorando tratando de ubicarme, tratando de recordar que estaba en casa, que todo estaba bien y que iba a sonar como una psicópata al llamarlo en ese estado preguntándole dónde cuernos estaba (y lo iba a preocupar en vano).
Un golpe de buena suerte hace que justo en ese momento me escriba (me devolvió un poquito mucho el alma al cuerpo).
Las horas pasaron sin mayor complicación.
Un poco más de media noche, sentada al frente de la compu (cómo de costumbre) veía una serie argentina mientras pensaba sobre qué podía escribir.
Y recordé ese blog que no visitaba hace un buen tiempo, por miedo, pena, asco. Lo que sea.
Terminé con...cómo decirlo...mucha lástima. Hubiese sido buenísimo comprobar nuevos intereses pero no. Aún todo gira en torno al mismo tema de hace muchos meses. Me dio flojera, me indigné.
Pero bueno, cada quién hace lo que se le canta el culo en su espacio
¿no?