Su llamada me alegró, él siempre me hacía reír, ya me estaba olvidando como se siente.
Le respondí sonriendo (me sorprendió que aún supiese hacer eso) , mando una indirecta, le respondí con sarcasmo. Quedamos el lugar, la hora. Teníamos una cita.
No sabía cómo tenía que arreglarme para salir. Era él. Lo mismo daba así vaya en pijamas.
Estaba sentada recordando su impuntualidad y renegando por dentro cuándo me sorprendió con un "¿vas a dejar de putearme internamente?" en el oído.
Me asusté, besó mi cabello y se sentó a mi lado.
- Dicen que lloras mucho últimamente.
- Dicen que ya se te pegó el chancro, amigo.
- Touché.
Después de un par de cervezas ya nos habíamos puesto al día. Lloramos y estábamos cagándonos de risa a los 2 minutos. Tal como 10 años atrás.
- Lo peor es que te cagó (más risas).
- Aunque sea no con mi mejor amiga, pendejo.
- Si quieres venganza estoy disponible.
- Si hubiera un diluvio y me quedo sola contigo en un arca llena de animales, ten la seguridad de que me garcho una jirafa.
Y más pastrulada que nos relajó el alma.
Caminamos mucho, fuimos a mi parte favorita de Barranco (el malecón), prendimos un pucho, la chela desapareció. Me contó que se iba de nuevo. Praga lo esperaba.
Saltamos el muro que separa la vereda del pasto, nos sentamos viendo el mar a lo lejos.
- ¿Sabes que vas a estar bien de nuevo?
- Y sé, también, que te voy a extrañar otros 3 años. Malo.
Subimos a su moto (fue un pedido personal que la llevara), me obligó a ponerme el casco. Llegamos rápido a mi casa. Besó mi mano.
Ya en mi cama, recibí su sms: "Tu sonrisa alegró mi noche. Se feliz, hermosa. Hasta siempre".
Hasta siempre, te quiero.
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