Siempre escuché lo difícil que es querer después de haberla pasado
mal, ahora mientras él y yo bailamos vals descalzos en la alfombra, puedo
afirmar que es mentira.
Reímos mucho, su brazo firme acercando mi cuerpo al suyo, mi boca
en su cuello. Bailamos mientras nos regalamos muchos besos. Las luces tenues
nos dan tranquilidad.
Voy marcando los pasos, uno, dos, tres, uno, dos, tres. Me sigue
con mucha elegancia.
El corazón olvida, disfruta de un tiempo
de merecida soledad para poner los asuntos en orden y no explotar. Luego, sin
aviso, llega esa persona que de a poquitos, va cobrando un papel cada vez más
importante en tu vida, esa persona que te va robando el aliento cada vez que
está a tu lado. El gran culpable de tu voz idiota por el teléfono y de esas
sonrisas extras.
Luego de unas horas, él se queda dormido abrazándome. Lo arropo, y
me dispongo a escribir pero me cuesta mucho separarme de su lado estando tan
cómoda, tan feliz. Empiezo a jugar raspándome la nariz con su barba recién
afeitada.
Cierro los ojos y me dejo llevar felizmente hasta la inconsciencia.
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