- A veces los recuerdos vuelven y te atropellan, te ahogan- dije
intentando prender otro cigarro.
- ¿Cómo haces si ya no puedes? ¿Cómo haces cuándo hay días que no
sabes el motivo por el cuál levantarte de tu cama? ¿Cuándo ya no confías en
ti?- preguntó acercando su encendedor al ver cómo peleaba para que funcione el
mío.
- No puedes parar, el tiempo cura
absolutamente todo- carajo, ya estaba ebria, hasta yo me percaté de mi
pronunciación atropellada.
Estábamos en el malecón, ya era pasada la media noche y nosotras
caminábamos mientras yo cargaba una mochila llena de latas de cervezas. La neblina acompañaba nuestro estado de ánimo.
- ¿Era necesario comprar 24
latas?
- Ahora más que nunca – respondió mientras botaba el humo por la
nariz.
Después de hablar todo el día habíamos quedado en juntarnos
tomando en cuenta que el celular no la podía abrazar. Ella estaba consternada,
confundida, saturada. Todo estaba pasando muy rápido y no se sentía capaz de
manejarlo sin salir lastimada.
- El punto es…mi estimada, ¿te quieres casar o no?- era obvio que
no ya que llevaba 3 horas hablándome de su ex novio.
- No queda otra opción, faltan 5 días, todo está listo.
- Eso significa que no, no quieres, pero no puedes controlar tu
alma de mártir.
- ¿Te dije que paso por su blog cada cierto tiempo y ya no
escribe? y tengo miedo, es más, terror. Me da terror pensar que en cualquier momento me pueda cruzar con él.
- Rufina, vuelves a hablarme del idiota ese y te quemo el ojo con
mi pucho.
Caminamos en silencio, abrimos otra cerveza, saltamos el murito y
nos sentamos en el pasto.
- ¿A ti no te pasa lo mismo?- no terminó de preguntar y derramé
cerveza en mi casaca nueva.
- ¿Extrañar?
- Mjm.
- No, ya no. Por ahora estoy feliz, tengo a quién quiero conmigo.
- Te envidio muchísimo- se recostó en mi brazo, sentí como se
limpiaba las lágrimas mientras yo me perdía en la inmensidad del mar.
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