domingo, 29 de marzo de 2015

#Tiempos

Mis necesidades en ese momento se resumían a él, así de básico.

La parte calculadora de mi cerebro sacaba cuentas como loca tratando de probar que podía funcionar, que no era una mala inversión y que los contra no importaban mucho. Y la parte sentimental le decía que cerrara el pico y que me importaba un comino sus estúpidas cuentas, que yo lo quería a él y eso era suficiente por el momento.

Me desperté temprano, mucho más de lo usual.
Llega, me abraza, me besa y sus labios se sienten igual de bien que hace algunos meses atrás.
Duermo un poco acunada en su pecho, se que puede doler después, cuándo él ya no esté pero que diablos, en ese momento me siento...arriesgada (y un poco idiota).

Vamos en busca de un bar que jamás encontramos (luego descubrimos que estaba en nuestras narices) y nos decidimos por un par de cervezas en el malecón.
Estaba de su mano así que no podía estar más feliz, cualquier plan me hubiese parecido estupendo en ese momento.

Conocimos a un perrito viejito que paseaba después de muchos días de estar enfermo, su dueño era muy amable.
Conversamos, lo beso, me pierdo un poquito en mi, hay partes en las que no lo escucho, en las que prefiero pensar que tengo chance de quedarme así por el rato que yo quiera y que jamás va a amanecer y él nunca se va a ir.

Caminamos de vuelta y me sorprendo con la paz que hay en mi corazón, hace tanto tiempo no sentía eso.

Nos tenemos que ir, le doy un beso rápido, entro al taxi y procuro no llorar. Lo veo cruzar y perderse entre la gente.

Trato de recordar que estoy de camino a casa y que el tiempo pasa rápido.



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