domingo, 25 de enero de 2015

#Él&Yo

Eramos unos niños.





Corría el verano del 2007, pasaba a cuarto de secundaria y el messenger (?) estaba en su apogeo. Tenía una amiguita en el mismo edificio y gracias a ella, lo conocí.

El típico niño que se juraba pendejo.
Comenzamos a hablar todos los días por el chat, nos hicimos amigos, siempre era muy genial pasar la tarde conversando.
Vivíamos muy cerca, nos habíamos visto un par de veces muy memorables (una de esas fue cuándo me atropello con su bicicleta y lo odié con cada fibra de mi ser de 15 años y la segunda cuándo coincidimos en una bajada de buses y me avergoncé tanto que fingí no verlo) .

Hasta que en una de esas conversaciones que se había extendido hasta la noche recordé que tenía que sacar a pasear a mi perra y se estaba haciendo tarde, se me ocurrió proponerle que me acompañe y (no sé si para mi buena o mala suerte) aceptó.
Me puse medianamente decente y fuimos al parque, la conversación se dio aún más natural que por internet, reímos mucho, jugamos, quise matarlo. Lo normal.

Así fue pasando el tiempo.
Entraba a su casa, estaba en su ordenador mientras él dormía. Alguna vez le enseñé a hacer arroz (ya, está bien, lo hicimos entre los dos). Su azotea era el sitio perfecto para tomar un ron o chilcano, o simplemente unas chelas. Utilizamos a mi perra (una Siberiana enorme) como táctica de intimidación para ir a un sitio no muy lindo cerca de casa (éramos muy chicos, comprensible). Íbamos juntos al colegio (el suyo quedaba a unas cuadras del mío). En fin, eramos partners, compañeros, hermanos.

Hasta que el nexo se fue perdiendo.
Esos planes de alcanzar un bachiller para poder mudarnos juntos, un negocio propio, todos esos planes se fueron disipando.

Le tenía cierto respeto, consideraba que quería alcanzar lo mismo que yo.
Una tranquilidad monetaria de la cuál no habían gozado nuestros papás, poder cumplir y alcanzar el tan soñado título.

Pero no.
Él se conformo con la mediocridad de la irresponsabilidad. Se quedo en eso, en nada.

En mi siempre vivirán esos recuerdos bonitos, esos sueños que nunca se cumplieron, ese cariño inmenso que le tuve a la persona que me cuido hasta de mi misma.

 Muchas gracias por todo, buena suerte.

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