jueves, 23 de junio de 2016

Uno, dos, tres

Siempre escuché lo difícil que es querer después de haberla pasado mal, ahora mientras él y yo bailamos vals descalzos en la alfombra, puedo afirmar que es mentira.

Reímos mucho, su brazo firme acercando mi cuerpo al suyo, mi boca en su cuello. Bailamos mientras nos regalamos muchos besos. Las luces tenues nos dan tranquilidad.

Voy marcando los pasos, uno, dos, tres, uno, dos, tres. Me sigue con mucha elegancia.

El corazón olvida, disfruta de un tiempo de merecida soledad para poner los asuntos en orden y no explotar. Luego, sin aviso, llega esa persona que de a poquitos, va cobrando un papel cada vez más importante en tu vida, esa persona que te va robando el aliento cada vez que está a tu lado. El gran culpable de tu voz idiota por el teléfono y de esas sonrisas extras.

Luego de unas horas, él se queda dormido abrazándome. Lo arropo, y me dispongo a escribir pero me cuesta mucho separarme de su lado estando tan cómoda, tan feliz. Empiezo a jugar raspándome la nariz con su barba recién afeitada.


Cierro los ojos y me dejo llevar felizmente hasta la inconsciencia.


martes, 21 de junio de 2016

#Cenizas

- A veces los recuerdos vuelven y te atropellan, te ahogan- dije intentando prender otro cigarro.
- ¿Cómo haces si ya no puedes? ¿Cómo haces cuándo hay días que no sabes el motivo por el cuál levantarte de tu cama? ¿Cuándo ya no confías en ti?- preguntó acercando su encendedor al ver cómo peleaba para que funcione el mío. 
- No puedes parar, el tiempo cura absolutamente todo- carajo, ya estaba ebria, hasta yo me percaté de mi pronunciación atropellada.


Estábamos en el malecón, ya era pasada la media noche y nosotras caminábamos mientras yo cargaba una mochila llena de latas de cervezas. La neblina acompañaba nuestro estado de ánimo.

-  ¿Era necesario comprar 24 latas?
- Ahora más que nunca – respondió mientras botaba el humo por la nariz.

Después de hablar todo el día habíamos quedado en juntarnos tomando en cuenta que el celular no la podía abrazar. Ella estaba consternada, confundida, saturada. Todo estaba pasando muy rápido y no se sentía capaz de manejarlo sin salir lastimada.

- El punto es…mi estimada, ¿te quieres casar o no?- era obvio que no ya que llevaba 3 horas hablándome de su ex novio.
- No queda otra opción, faltan 5 días, todo está listo.
- Eso significa que no, no quieres, pero no puedes controlar tu alma de mártir.
- ¿Te dije que paso por su blog cada cierto tiempo y ya no escribe? y tengo miedo, es más, terror. Me da terror pensar que en cualquier momento me pueda cruzar con él.
- Rufina, vuelves a hablarme del idiota ese y te quemo el ojo con mi pucho.

Caminamos en silencio, abrimos otra cerveza, saltamos el murito y nos sentamos en el pasto.

- ¿A ti no te pasa lo mismo?- no terminó de preguntar y derramé cerveza en mi casaca nueva.
- ¿Extrañar?
- Mjm.
- No, ya no. Por ahora estoy feliz, tengo a quién quiero conmigo.

- Te envidio muchísimo- se recostó en mi brazo, sentí como se limpiaba las lágrimas mientras yo me perdía en la inmensidad del mar.  

martes, 7 de junio de 2016

En treinta años

En 30 años quiero tener una librería en el centro de alguna ciudad muy lejos de aquí, quizás y nadie entre o solo lo hagan para curiosear, no importa. Siempre habrá una buena conversación esperando y, si nos caemos bien, una cerveza helada.

Poder vivir de las columnas que escribiré para algún diario local, también de algún alquiler ya que, espero ser lo suficientemente inteligente e invertir en algo.

Tener un departamento chico pero lindo en el tercer piso de algún edificio. Claro, en honor a mis manías ese departamento tendría que tener todas las medidas de seguridad posible; alarma interconectada con la policía, doble chapa más barra metálica y unos cuántos perros asesinos #okno.

Recibir a los sobrinos teniendo siempre helado en la refri, galletitas y unos brazos que los van a sostener hasta el último respiro.  

En las madrugadas, cuándo no pueda dormir, quedarme en la librería acompañada de una buena historia, una cajetilla de cigarros y algunos muchos recuerdos furtivos que seguro me van a hacer llorar como niña, añorando esos tiempos dónde mamá cocinaba pollo a la olla y papá me despertaba para desayunar en familia los domingos.

No puedo decir que me veo acompañada, no lo sé, puede que las cosas se transformen y el destino ubique niños corriendo por la librería, adueñándose del lugar con sus risas. Puede que el departamento se convierta en una casa de dos pisos con tres habitaciones, puede que también sumemos un perro que crecería junto a una niña hermosa de cabello rizado que tenga mi nariz y la sonrisa de su papá y a un niño de ojos grandes con el porte de su abuelo. Puede que ellos jueguen junto a sus primos mientras él y yo jugamos a ser adultos almorzando con los grandes.


Quién sabe, ¿no?