El arma estaba escondida entre mis ropas, dentro de la mochila. Pesaba mucho.
Aún tenía olor a pólvora en mis manos, aún podía ver dentro de mi cabeza la vida abandonando su cuerpo.
Mi estómago ya no estaba, tenía mucho frío. Nervios porque sabía cuál era el siguiente paso, darme el plomaso que había esperado 30 años. Una vida histriónica merecía un final histriónico.
Llegué a casa, saque la botella de vino que tenía en la refri y la tome a pico.
Recordaba toda la escena.
Poniéndome la máscara, cargando la pistola, yendo al lugar dónde estaba el hijo de puta, el ruido de la moto, nervios. Si yo iba al infierno, lo mínimo que podía hacer como última buena acción era llevarlo conmigo.
Era ya entrada la madrugada y todo estaba arreglado. Iban a encontrar mi cuerpo en la mañana. Lo que jodía mucho era pensar en una autopsia, ojalá no fuese necesaria.
Escribí en una hoja: "ESTOY MUERTA GRACIAS A UNA BALA, NO ME HAGAN AUTOPSIA".
Lo firmé y me dio mucha risa pensar en lo irónico de la situación.
No quise dejar notitas de despedida. Yo ya tuve lo que quería, me voy a ir, y todos los demás tienen que seguir con sus vidas, de nada sirve repartir culpas. Ya fue.
Estaba lo suficientemente ebria cuándo tome la pistola de nuevo. Me senté en el suelo, apoyada contra la pared. Apunte a mi cabeza. 1...2...3.
Y desperté.
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