Despierto gracias a mi garganta seca.
Calculo que deben ser cerca de las cinco de la mañana, algo de claridad
ya se puede notar tras las cortinas.
Él duerme, sus brazos se cierran en torno a mi cintura. Mi nariz juega a
rasparse con su barba recién afeitada. Beso su quijada, me levanto de
la cama con la esperanza de no despertarlo. Lo logro.
Camino de puntillas hasta la cocina, saco una botella de agua de la despensa,
terminando de tomar escucho a mi estómago gruñir. Veo el reloj en forma de gallina,
marca las cuatro y cuarenta. Suspiro. El desayuno tendrá que esperar unas horas más, es
domingo.
Salgo al balcón, cierro la mampara tras de mí. La bata me abriga lo
justo, no quiero que amanezca, quiero que ese momento dure para siempre.
Todo valió la pena para llegar a él, para llegar a este momento. Es el
amor que quiero y necesito. Podría jurar que no tiene idea de cuánto es que me
hace feliz. Es la primera vez que quiero dormir con alguien todas las noches
que me queden.
Regreso con el mismo sigilo.
Me acomodo a su lado despacio, ya estaba abrigada cuándo escucho su
susurro adormilado.
- Ven.
Rápidamente me acurruco a su lado, besa mi cabello mientras me abraza
fuerte.
Los latidos de su corazón me acunaron hasta dormirme.
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